Antes de iniciar este escrito me pongo una lista de música que va a acompañar el suceder de letras encadenadas en esta pantalla.
Respiro, recoloco mi postura, hay un anhelo en mí de coherencia entre lo que digo y lo que practico. Ahí percibo algo interno de que puedo continuar, al ritmo de los beats de la canción de fondo. Es un paso, luego otro.
Una palabra, luego otra. Hay algo en mi camino, que me hace dedicar muchas horas a la escucha, a la presencia, a la observación atenta. Esto me trae una posibilidad de consciencia que cada vez puedo valorar más.
Cuando hablamos salen sonidos de nuestro cuerpo que conforman imaginarios, formas de ver la realidad, percepciones. Algunas muestran nuestra historia, otras la realidad que habitamos, los discursos que recibimos, consumimos, compramos. Aquello de lo que ahora se habla, lo que toca decir. Lo que genera la conversación con la persona que tengo delante. Las heridas, lo que creo que la otra espera de mí. A veces, mi/la/tu/nuestra verdad auténtica.
En ocasiones la palabra va rápida, como si estuviese en una carrera sin fin. La oratoria desmedida, que expresa, cuenta, sentencia, relata. Otras no salen sonidos de la boca, hay silencio, parálisis, evitación, abrumación, o quizás presencia y conexión.
Quiero escribir sobre aquellas veces en las que las palabras vuelan, son como aire que fluye y se redondea en el espacio conjunto. Es como si no estuviesen sujetas a unos pulmones que las permiten, a otros que las reciben. En ese aire se puede percibir un espacio de desconexión, como un pequeño precipicio. Y en ese asomarse hay un vértigo de encontrarnos con ese silencio compartido.
Dice Ursula K. Le Guin en “Contar es escuchar”: “La lengua viviente que dice la palabra, el oído viviente que la escucha, nos unen y reúnen en una comunión como la que anhelamos en el silencio de nuestra soledad interior.”
En algunas ocasiones hay discursos elaborados que parecen como un regalo preciosamente envuelto y que cuando lo abres no hay nada. Hay una apariencia que no se sostiene en el acto. Otras un ensimismamiento en el propio discurso y la herida que no deja un hilo de espacio para otra realidad. Pienso que para abrirnos a querer conectar desde la diferencia con una palabra encuerpada requerimos de mucho sostén del organismo, de la tierra. Para mí uno de los cortes más abismales de esta posibilidad de conexión genuina es la que se da a través de las dinámicas de exigencia, en las que consciente o inconscientemente el otro es un medio que facilita o obstaculiza un fin lleno de ansia que nunca llega.
Parece como si hubiéramos aprendido que no hay espacio y tiempo suficiente para todxs, para la vida. Para descubrir e indagar mientras sintonizamos , sabiéndonos semejantes, parte de lo mismo y a su vez distintos en las formas de estar en la vida.
La prisa por llegar a algún sitio como una evitación de la muerte. El utilizar a lxs otrxs para conseguir algo como una herida compartida de falta de amor incondicional.
El otro día me sorprendí con un pensamiento que me llegó y trajo mucho alivio. Y es que por mi placer con el aprendizaje estoy continuamente queriendo conocer cosas, profundizar en distintas áreas, hay algo que siento verdadero en mí en esa búsqueda constante de saberes. Algo así como vi en la película de Hilma af Klint que ella decía que quería hacer un mapa de todo. Y a veces me da ansiedad porque llega un pensamiento de no tener tiempo o capacidad.
Y ahí es donde vino el pensamiento aliviador:
Si yo formo parte de un continuo, que es la vida con todos sus engranajes, y en un flujo de materia que no tiene ni principio ni fin, solo cambio de formas, no va tanto de que yo consiga hacer todo en esta vida. Va de estar con lo que hay, hasta donde llegue mi existencia en esta forma y eso seguirá moviéndose en otros cuerpos y de otras maneras.
Y ahí es donde viene un suspiro de estar donde una está. Y desde ahí darle la bienvenida a todas esos deseos volviendo de nuevo a la tierra y sabiendo que todo a la vez no se puede y que formo parte de una red de seres que están continuamente generando cosas. Quizás vernos como rizoma, hace que pueda descansar en que hay otra persona que ahora está aprendiendo sobre algo que a mi me encanta y que ahí también está mi existencia. Y esto es ampliable a todo, ahora quizás no soy yo quien está al lado de x persona pero hay otras que sí lo están.
Creo que en esta deriva puede haber algo menos ansioso. Más entrelazado. Quizás es una posibilidad que aparece de descapitalizar el pensamiento, la emoción, el cuerpo. Quizás en ese sendero es más posible mirar el rostro de la otra persona sin verlo tan lejano. Quizás en ese sendero es más posible mirarse a una misma sin verme tan lejana.
Creo que aquí ya termina esta expresión , ahora respiro más profundo que al inicio. Gracias por estar ahí. Esto no pretende ser solo un soltar palabras de ida y flote, si alguien que está leyendo quiere traer vuelta me encantará que pueda redondearse esta propuesta de interlocución.
Un abrazo ♡ ♾️
*Os dejo un video que vi el otro día de Amanda Baggs, una artista explorando su propio lenguaje.
Me encanta esta referencia sobre los silencios y la palabra como intervienen .
Muy interesante 😊